La crítica.


A la crítica hay que saberla investir, como al toro. Mirar a qué ganadería pertenece; desde los chiqueros observar sus primeros movimientos y su mirada; con arrogancia dar los primeros capoteos para ver hacia dónde se inclina en toro. Conocida la raza, sus virtudes y defectos, el torero no tiene que acomplejarse. Desde el Papa o el Rey, hasta el último fiel o vasallo, todo hemos nacido desnudos, y cuando hacemos nuestras necesidades, pizca más, pizca menos, a todos nos huele lo mismo.

No veo razón alguna tenerle miedo a la crítica. A mi me ha servido para trabajar con más brío. El secreto debe estar en no ver en el que me critica la sin razón; porque, más bien temprano que tarde, si la crítica no se ajusta a la verdad, lo que ha dicho revertirá sobre él.

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