Una aparición


Una señorita de los montes de León por arte de birlibirloque tuvo su momento mágico y decidió pintarme y pintó un cuadro de dimensiones que, ni ella jamás soñó.

Pasado el tiempo hacía yo autostop en una carretera de Extremadura; veo que viene un camión; hago la señal para que pare, Lo hace y le pregunto: ¿A dónde va usted? Contestó con cara de pocos amigos: A Descargamaría. Un pueblo que no sé donde lo han colocado. Yo voy a él. ¿Puede llevarme? Suba, me contestó.

Puso en marcha al camión a la vez que me dijo: Llevo en el camión un cuadro de tales dimensiones que deber ser importante el protagonista del mismo, pero que a mi me trae en jaque. Le interrumpí para decirle: El señor del cuadro soy yo. Se enfureció y dijo: ¡Imposible! Si repite lo que acabo de oír, paro el camión y lo dejo en la carretera. A lo que le contesté: Siga adelante.

Llegamos a Descargamaría, le indiqué donde tenía que parar, intenté ayudarle a bajar el cuadro, a lo que él repuso: Seis hombres hacen falta. Llamé a los seis hombres que estaban en el bar. Bajamos el cuadro. Con unos hierros le quitó la envoltura, y al ver el cuadro se quedó como la cera: Lívido. Echó a correr a la vez que decía: ¡Este señor es una aparición!

Sin preconcebir


No tengo nada preconcebido. Me comporto como el cazador que buscando la más suculenta pieza, dispara a la que se le pone a tiro: cada uno, como las plantas, tiene su color, su aroma y su sabor. Y según me vais llegando a los ojos, al olfato o al gusto, yo elijo.

Mi vida es la parcela de un devenir constante de calores. Fríos y aguas torrenciales, de amores y desamores, de rezos y de blasfemias; es un coto que cada uno debe sembrar y llenar de flores, de aromas y plantas medicinales. La vida en cada uno, una vez que sale de su fuente, puede convertirse en torrente o un río complaciente. Depende en parte de mí, de que sea o no amable, de que escuche a quien en la calle revindica sus derechos.

Estáis todos


En mi archivo estáis todos, sí; pero que todos deban salir, no procede por respeto al dibujante y por respeto los interesados.

Por ejemplo –oculto el nombre- hace unos 25 años, fulano de tal, por circunstancias que no vienen al caso, rozó mi cercanía. Con 13 años dejaba ver lo que de él se podía esperar. Aburrido de darle consejos, escribí en mi cuaderno verde esperanza de mis secretos: Fulano de tal, si no cambia, terminará en la cárcel. A los 25 años lo encontré en la Plaza de la Concepción de Cáceres. Me abordó y me preguntó: Pacífico, ¿me reconoce? Yo sabía a quien tenía delante. Me hice el despistado y le pregunté: ¿Quién eres? Me contestó: Fulano de tal. ¿Y cómo te va la vida? Hace una semana me echaron de la cárcel. Por ser bueno, le dije sonriendo. ¿Tienes tiempo para esperarme unos minutos?

Me esperó; me acerqué al colegio San Antonio; cogí el cuaderno verde esperanza de mis secretos, y volví. Allí lo volví a e4ncontrar cabizbajo y estoico. Le dije: Lee, en alta voz, lo escrito por mí hace 25 años en la página 40. Como le ordené lo hizo: Fulano de tal, si no cambia de rumbo, acabará siendo presa de carne en una cárcel. Él sacando valor de donde pudo me dijo: ¿Por qué no me dijiste esto a tiempo? Me cansé de decírtelo, y viendo que no me hacías caso lo escribí, en mi cuaderno verde esperanza, esperando este día. Ahora comprenderás que debo ser cauto al escribir en una página abierta al público, como es el foro.


 
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