Campamento


Otra de las formas que creí acertadas al encarnarme en la juventud fue el alistarme en su lucha contra todo tipo de esclavitud. Como representante del bando de la oposición: Los padres, los profesores, los políticos de turno, la jerarquía eclesiástica, los medios de comunicación, siempre en manos de los mayores. Les indiqué la manera más fácil de romper los barrotes de la jaula sin que el contrario cayese en la cuenta. Empecé consiguiendo que los padres viesen bien que sus hijos pasasen los finales de semana –en cualquier estación del año- durmiendo al aire libre, bajo tiendas de lona o en refugios.

Llegar a montar un campamento, al comienzo sin los mínimos para ello. Hacerles ver que eran ellos los implicados, los hacedores y los responsables de todo lo que allí sucediera. Que aunque yo fuese clave para que se les abriesen ciertas puertas; sin ellos yo no pintaba nada en aquel lienzo blanco. La garantía de un campamento mixto no la da un mayor si los jóvenes no se prestan y colaboran a ello. Pero aquí no se puede andar con enredos o medias tintas: Hay que mojarse si se quiere pescar; hay que arriesgarse, ponerse en peligro, gastar horas a su lado sin imponer mis ideas, hablar y seguir su conversación; hay que llegar a creer que hasta pueden tener razón en los planteamientos de sus ideas. Una vez que te hayas ganado el puesto entre ellos, puedes, en cierto modo, ser el freno de su potro. Sólo al partir de esta línea serás escuchado y tenido en cuenta.

 
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