Asociaciones


Tengo la sensación de que un considerable número de asociaciones religiosas, que se denominan católicas, más que formar cuerpo con la Iglesia Universal, son miembros separados de ella. No sólo tengo la sensación. También tengo razones que me obligan a reafirmarme. Aunque, en estos temas uno debe ser muy cauto. Y no todo lo que reluce es oro. Las apariencias más de una vez engañan.

En este asunto, como en cualquier otro en el que la persona se vea implicada, hemos de hablar con total respeto. El Señor en esto fue tajante. Les dijo a sus más íntimos colaboradores molestos por que alguien había sembrado cizaña entre el trigo: “No os precipitéis. Dejadles que crezcan juntos. Cuando llegue la siega los separaremos. Porque si no corremos el riesgo de arrancar también el trigo”.

Además, ¿por qué no comparamos a la Madre Iglesia con cualquiera de nuestras madres? Cuando salimos a la vida venimos enganchados a ellas por el cordón umbilical. De repente se pega un corte brutal, que, en buena lógica, debería ser mortal. Pero no lo es. Este es el momento en el que la criatura parece alimentarse y defenderse por sí misma. Sin este corte no podría medrar ni llegar a ser la criatura que la vida quiere que sea. Podemos preguntarnos: ¿Vive y crece al margen de la corriente que, aparentemente, ya no le llega de la madre? Se nos escapa de la mente lo puramente espiritual. Está demostrado que la imagen de la madre, en los momentos más duros de la vida, ella se hace presente para dar un nuevo impulso. Lo mismo pudiera suceder con los grupos de jóvenes o de gente mayor que se dice pertenecer a la Iglesia a la vez que dan la sensación de desentenderse de ella. Ante este hecho, tengo mis respetos a la hora de emitir mi veredicto. Primero porque las apariencias engañan, y segundo porque veo que, sin desligarse en el interior, por la fe, de ella se puede más fácilmente madurar como corresponde a cada miembro de este significativo cuerpo: La Iglesia.

 
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