El arrepentimiento...

 
Como cualquier criatura, me arrepiento de muchas cosas que podía haber hecho con más perfección. Aunque el sentido de finito, que tiene todo lo creado. Por el hecho de ser obra del Creador, lleva en parte la dimensión de lo perfecto. En cierto modo soy reflejo de Dios. Y, en mi categoría, puedo y debo ser perfecto. Pensar de esta forma me tranquiliza. Creo no haberme salido del contexto de la vida. Se me puede echar en cara centenares de cosas mal hechas. Tengo conciencia de ello, y no me escuece confesarlo en alto.
 
Echando la vista atrás puedo mirarme y verme sin sentir vértigo. Muchos momentos de mi vida están enfangados; pero en ningún momento dejé de luchar, de reconocer y de ponerle pecho a lo hecho. Por eso estoy vivo; porque acato con humildad mi condición de criatura y, por lo mismo, de pecador. No tengo reparo en reconocerme en el pasado: Es mío; soy yo. Esta conciencia de ser una criatura me llevaba a interiorizarme cada día, antes de comenzar a trabajar, para alimentar el alma (memoria, entendimiento y voluntad) e intentar hacer lo mejor posible las cosas.
 
Los valores en mi vida, sustancialmente, no han cambiado. Pueden haber cambiado las formas de mi vida, y de enseñar a vivir. Pero creo que hay una constante en mi camino que me deja, a mis setenta años, en paz.

No hay comentarios:

 
subir