Sombras

Hacer el bien no es algo excluyente de lugares o de personas. El bien es patrimonio de Dios, y Dios está en todas partes.


La conciencia se ha quedado perpleja y se ha preguntado: ¿En este entierro quienes van a ser los interlocutores? ¿Quién va a preguntar y quién a responder? ¿Quién se va a hacer cargo de lo que aquí se diga?


He pasado mi mano por la frente y he comprobado que estoy sudando del vértigo. Me he preguntado: ¿Seré capaz de hacerle frente a semejante reto?


Es mi sombra.
Aparece cuando a mi puerta llama el sueño,
y todo duerme o descasa.
Es el interruptor de mi pensamiento.
Yo diría que es Dios,
o mi conciencia, o los dos puestos de acuerdo
los que cada día pregunta y responden.
Aunque, el por qué y el para qué, lo ignoro.
Tengo entendido que Dios es un versado estratega;
con sus preguntas pone el dedo en la llaga.
Por eso me da grima y me veo al borde del precipicio cuando escucho las preguntas.


Al final del camino. Cuando las cosas se alejan lentamente y se pierden en el horizonte, empiezo a dudar del por qué y el para qué de estos pasos.

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