La fe juega un papel de relevancia con la edad. La evolución de la persona marca en la vida metas y conductas definidas. Al valorar el pasado, si quiero ser justo, debo tener en cuenta sus espacios. Habrán podido ser más o menos gratos, en la mayoría de los casos, traídos de la mano de la edad.
Querer ignorar el pasado es tan peligroso como cerrar los ojos a la luz; es como quedar colgado de los últimos peldaños de la escalera. El tiempo debiera ser el espacio entre nuestros recuerdos. Porque no es el tiempo el que pasa, pasamos nosotros. Al mañana lo cimenté ayer, lo sigo apuntalando hoy y espero a que un día me llene de luz.
El tiempo es el capital que a nadie se le puede usurpar y que nadie debiera usar mal, porque se volverá contra él. El dramaturgo Buero Vallejo decía que “el tiempo somos nosotros y no es posible detenerlo.” Puedo decir que el futuro está en mis manos. Amos Alcott llamaba al tiempo su mejor amigo, el que, mejor que nadie, le enseñaba la sabiduría del silencio.
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