CAMPAMENTO P. PACÍFICO
Sigo buscando el pino más encumbrado y airoso;
la encina apuesta y resistente, con ramas extendidas,
como pámpanos salvajes.
O un lugar rápido, en el que no entre nadie.
Quiero sorprenderos, veros, oíros, y rezar con vosotros.
He oído crujir la rama más gruesa del pino más alto;
he visto saltar al arroyo Noblea una rana verde;
me ha dado en la cara la brisa
que baja lentamente de la montaña al caer la tarde;
desde lo alto, apenas sí oí los lamentos de los que, en la tierra, rezaban.
¿Por qué no rezáis más alto?
¿Por qué vuestro achicamiento y vuestro miedo?
Es Dios, tu compañero el que, a veces, invisiblemente,
te habla, te sonríe, te abraza y te besa.
Mírale a los ojos. Son azules, como el agua de un lago sereno.
En él hay peces, ideas que comparte con los amigos.
Ponte a su lado y observa. No temas;
escúchale atento, En su voz oirás las quejas y lamentos
de cuantos te rodean.
En este instante no sé cómo te llamas;
quizá un día lo sepa;
ese día, para mí, será festivo y grande;
juntos lo celebraremos.
Con hartura de versos y vino alambicado;
con abrazos, con lágrimas y besos.
Por favor, habla más alto;
pisotea el miedo;
que ya te pueda oír.
Quiero que seas mío todo entero;
como almendra sembrada en mi tierra,
o almendro con flores,
o un banco y una mesa de madera noble,
donde me pueda sentar para escribirte,
como si fuéramos novios para siempre.
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