La fe a una edad.



La fe juega un papel de relevancia con la edad. La evolución de la persona marca en la vida metas y conductas definidas. Al valorar el pasado, si quiero ser justo, debo tener en cuenta sus espacios. Habrán podido ser más o menos gratos, en la mayoría de los casos, traídos de la mano de la edad.


Querer ignorar el pasado es tan peligroso como cerrar los ojos a la luz; es como quedar colgado de los últimos peldaños de la escalera. El tiempo debiera ser el espacio entre nuestros recuerdos. Porque no es el tiempo el que pasa, pasamos nosotros. Al mañana lo cimenté ayer, lo sigo apuntalando hoy y espero a que un día me llene de luz.


El tiempo es el capital que a nadie se le puede usurpar y que nadie debiera usar mal, porque se volverá contra él. El dramaturgo Buero Vallejo decía que “el tiempo somos nosotros y no es posible detenerlo.” Puedo decir que el futuro está en mis manos. Amos Alcott llamaba al tiempo su mejor amigo, el que, mejor que nadie, le enseñaba la sabiduría del silencio.

Me reconozco




Me reconozco, como me reconozco en las fotografías, pero más de una vez me resisto a creer que sea yo.


Las palabras no dicen exactamente lo que uno es, sólo son una aproximación.


La verdadera historia de cada uno permanece tapada por las muchas palabras.


Mutatis mutandi.


Mutatis mutandi (cambiando lo que se deba cambiar), todo lo que fue bueno anteriormente, lo puede seguir siendo. Porque todo lo bueno es imagen de Dios (Sumo Bien), toda justicia es imagen de Dios (Suma Justicia), todo perdón es imagen de Dios (Todo Misericordia)

En más de una ocasión he dicho que el ser humano no es más que un cúmulo de experimentos en este acertijo de lo que Dios quiere y el hombre necesita. Lo encomiable no está sólo en el acierto con lo mejor. Fundamentalmente está en querer acertar con la Verdad.

De la década de los años 60 recuerdo un sinnúmero de artimañas de las que yo me servía para poderme reunir con los jóvenes. Lo loable no está en conseguir hacer la reunión, sino en el ¿para qué? Y aunque el fin no justifica los medios. A la hora de emprender una obra y tener que usar unos determinados medios, habrá que velar para que éstos se ajusten y no se opongan al bien que se busca.

Un montaje de filatelia, con su sala, su fichero, sus álbumes, y demás material que requiere la actividad; con la mano de obra (los jóvenes), sus horas de trabajo, etc. etc. De tejas a bajo podía ser un buen hobby, un medio cultural y hasta un negocio; podía ser, como les hice ver, una forma de poder ayudar a las misiones. Pero en aquel primer momento, de mi ofrecimiento a ellos como director espiritual, primaba conseguir entrar a formar parte de su mundo, encarnarme yo en ellos, más que ellos en mi. Tuve que dejar que el tiempo transcurriera, soportar el choque primero generacional; sin olvidarme de que era mayor, para que la balanza de la justicia quedase en el fiel, tenía que valorarles a ellos más que a mi. Sin falsos orgullos, tengo que decir que aquellas sala de la filatelia pasó a ser sala de encuentro entre amigos. Seguíamos trabajando con los sellos: Los recogíamos por las oficinas, los lavábamos, los seleccionábamos, los clasificábamos en álbumes, los vendíamos, solucionábamos algún problema. Pero lo bueno de verdad era que habíamos conseguido la comunión entre nosotros bajo en influjo de la levadura de Jesús.

Otra de las maniobras que usé (siempre creí que era buena) fue la del rezo del Santo Rosario. Todo se determinaba previo acuerdo entre los jóvenes. Originalidad: Se formaron grupos de a quince; cada miembro de grupo elegía una de los quince misterios; se comprometían (lo llevaban escrito a imprenta en una cartulina) a rezar el Padre Nuestro y las diez Ave Marías, todos los días a las cinco de la tarde. A primera vista hasta puede parecer una puerilidad; pero ellos lo aprobaron y lo cumplían. ¿Cuál fue el móvil de todo esto? Por un lado hacer que el Rosario se siguiera rezando; por otro, colaborar con ello a la comunión entre ellos. Todos los que en su día formábamos esa Cruzada Mariana hemos salido beneficiados. Fue un tema que se tomó en serio. Lo avala el informe que cada uno tenía que hacer por escrito sobre su fidelidad.

Otra de las formas que creí acertadas al encarnarme en la juventud fue el alistarme en su lucha contra todo tipo de esclavitud. Como representante del bando de la oposición: Los padres, los profesores, los políticos de turno, la jerarquía eclesiástica, los medios de comunicación, siempre en manos de los mayores. Les indiqué la manera más fácil de romper los barrotes de la jaula sin que el contrario cayese en la cuenta. Empecé consiguiendo que los padres viesen bien que sus hijos pasasen los finales de semana –en cualquier estación del año- durmiendo al aire libre, bajo tiendas de lona o en refugios.

Llegar a montar un campamento, al comienzo sin los mínimos para ello. Hacerles ver que eran ellos los implicados, los hacedores y los responsables de todo lo que allí sucediera. Que aunque yo fuese clave para que se les abriesen ciertas puertas; sin ellos yo no pintaba nada en aquel lienzo blanco. La garantía de un campamento mixto no la da un mayor si los jóvenes no se prestan y colaboran a ello. Pero aquí no se puede andar con enredos o medias tintas: Hay que mojarse si se quiere pescar; hay que arriesgarse, ponerse en peligro, gastar horas a su lado sin imponer mis ideas, hablar y seguir su conversación; hay que llegar a creer que hasta pueden tener razón en los planteamientos de sus ideas. Una vez que te hayas ganado el puesto entre ellos, puedes, en cierto modo, ser el freno de su potro. Sólo al partir de esta línea serás escuchado y tenido en cuenta.

 
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